lunes, 13 de diciembre de 2010

¿Porqué y para qué trabajamos? 2. Valores y necesidades

Los valores son patrones de comportamiento cargados de la energía de la percepción, el pensamiento, los deseos y la acción, compartidos por los componentes de una sociedad, empresa, unidad o grupo humano. Son las tendencias que interiormente, de forma dinámica, nos impulsan y dirigen nuestras acciones. Los valores son una necesidad biológica e instintiva y a la vez son una necesidad determinada culturalmente en cada grupo humano u organización a sus diferentes niveles.
Valores comunes
Los valores que nos mueven, que nos impulsan, tienen que ser:
  - Por un lado, comunes a los miembros del grupo humano o social en el que nos desenvolvemos, para facilitar unas relaciones sociales mínimamente eficaces y
 - Por otro lado, suficientemente flexibles para poder adaptarnos al cambio permanente en el que nos movemos
Es decir que, los seres humanos, tenemos que guardar un equilibrio entre lo que estructura e integra con nuestro grupo social o profesional, y la libertad necesaria con la que adaptarnos, nosotros y nuestro grupo, al cambio inevitable.

Conforme crecemos, conforme maduramos, en las diferentes etapas de nuestra vida, podemos desarrollar esos valores que nos impulsan, mueven y motivan. 
Valores flexibles
Nuestros valores, no pueden ser puramente estáticos, podemos y debemos desarrollarlos para no quedarnos paralizados o perplejos ante el cambio social, tecnológico o simplemente humano en nuestro entorno.
Es decir que nuestros valores podemos desarrollarlos:
-  Definiéndonos a nosotros mismos, personalmente,
-  Decidiendo qué debemos hacer o no hacer, en diferentes situaciones y
-  Disciplinándonos con hábitos positivos que permitan lograr las metas que nos proponemos
Sin embargo, son pocas las personas que hacen o hacemos el esfuerzo de definir o modelar nuestros propios valores. La mayoría no cuestionamos los valores que nos enseñan, simplemente solemos aceptar las reglas que se nos dan en la familia, la escuela, las empresas o nuestro ámbito de trabajo particular. Sólo cuando estas reglas establecidas entran en conflicto o no funcionan, tenemos necesidad de pensar o sentir que tenemos que cambiar, reformular o adaptar nuestros valores.
Mucho de lo que está ocurriendo en la actualidad tiene que ver con esto. No se trata tanto de que nos quejemos de que “hay crisis de valores”, que es verdad que la hay. Se trata de ver si estamos manteniendo unos valores de manera estática y anquilosada, que no se adaptan o adecuan a los cambios sociales y humanos acelerados que estamos viviendo. 
¿Estamos haciendo el esfuerzo de definir, modelar y adaptar los valores humanos más profundos a las nuevas circunstancias que nos han tocado vivir? 
Somos más de lo que creemos
¿Hemos redefinido, decidido y generado una nueva disciplina u organización que sea socialmente conforme a los cambios de la nueva situación? ¿No estaremos manteniéndonos como “estatuas de sal” mirando atrás a unos valores que, aunque intenten respetar lo esencialmente humano, han quedado inmovilizados, petrificados también, incapaces de dar respuesta a las nuevas exigencias y demandas de la sociedad y las personas en un entorno tan cambiante?
Los valores que nos impulsan siempre responden a las necesidades que sentimos, por lo que es interesante tomar conciencia de cuales son nuestras necesidades.
Hay tres tipo de necesidades:
       1.   Necesidades de desarrollo: son las que nos activan y aumentan nuestra energía, son las necesidades de saber, lograr, crear. Son las que más nos  fortalecen
       2.   Necesidades de mantenimiento: son las que nos conservan activos y mantienen un sentido de dignidad y nos llevan a ejercitar mente y cuerpo y a practicar costumbres sanas. Estas, relativamente, también nos fortalecen.
       3.   Necesidades adictivas: son las que nos llevan a consumir alcohol, drogas o al uso nefando del lujo, el poder o a vivir de la adulación, el autoengaño o las falsas esperanzas. Son las necesidades que minan nuestra fortaleza y nos acaban debilitando
Cuando estamos impulsados inconscientemente por valores irracionales, somos víctimas de nuestras necesidades adictivas o destructivas. La energía es menor y se va diluyendo en el mundo de la dependencia, lo inconsciente y lo egocéntrico.
Cuando lo que nos impulsa son valores positivos y productivos, es cuando tomamos decisiones y practicamos hábitos que sirven a nuestros mejores intereses y atendemos a nuestras necesidades de desarrollo. Nuestra energía es mayor y más productiva, cuando hay la posibilidad de satisfacer estas necesidades mediante el equilibrio entre trabajo y juego.

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