El trabajo nos une a un mundo real que nos dice si nuestras ideas y visiones tienen sentido o no lo tienen. El trabajo nos ayuda a disciplinar nuestros talento y a dominar nuestros impulsos, enfocando nuestro potencial personal de forma que nos una a la comunidad humana en la que vivimos y con la que nos relacionamos. Necesitamos sentirnos necesitados. Nuestra dignidad y autoestima depende de que se nos reconozca tanto nuestro trabajo, como en nuestro trabajo. Sin trabajo, nos deterioraríamos humanamente.
No es fácil, porque el entorno no ayuda |
También nos impulsa a trabajar la esperanza. Esperamos ser “recompensados” de alguna manera, ya sea por dinero, poder, conocimiento, un mundo mejor o la satisfacción de nuestra propia plenitud creativa. Desde el punto de vista de la neurobiología, la esperanza es fundamental, porque sin ella, perdemos el impulso de supervivencia y se ha comprobado que si se pierde la imagen de un futuro positivo que implica aquella, el cerebro se desconecta y se pierde toda capacidad de resolver problemas.
La actitud de esperanza nos acerca posibilidades de éxito. Se realimenta con el aprendizaje y con la disciplina que nos ayudan a aprovechar las oportunidades que se nos presentan. Se refuerza cuando asumimos como adultos la responsabilidad de crear un futuro mejor en todas las formas que nos sean posibles.
Sin embargo, el reverso de la esperanza, implica el temor como motivo que también nos impulsa a trabajar, pero por miedo de no alcanzar nuestras metas o no estar a la altura de nuestras expectativas.
Así pues, los motivadores universales más poderosos del trabajo son:
a) La expresión de la propia personalidad
b) La esperanza y
c) El temor
Si alguna vez nos ocurre que nuestra esperanza o nuestra capacidad de autoexpresión y compromiso, son vacilantes, nos puede ayudar un liderazgo positivo, puede reavivárnoslas, pero suele ser solo temporalmente.
Los líderes optimistas y alentadores generan una actitud positiva en aquellos a los que lideran y por el contrario los líderes pesimistas y negativos, pueden conseguir que todos nos sintamos peor. Si somos líderes a algún nivel, es buen baremo de medida de la calidad de nuestro liderazgo, fijarnos en si alrededor nuestro, aumentan o disminuyen el optimismo y las actitudes positivas.
Aunque no lo creamos |
Sin embargo, es necesario saber que ni aún los buenos líderes, pueden crear motivación en los demás, a lo sumo lo único que pueden hacer es orientarla o ampliarla. La puerta de la motivación, no se abre desde fuera, solo es posible abrirla desde dentro de nosotros mismos.
El liderazgo que mejor ayuda a motivar depende de que seamos capaces de comprender los valores de las personas a las que lideramos. Por lo tanto, la clave para comprender qué nos motiva a nosotros y a los demás, es que seamos capaces de identificar cuáles son los valores que nos impulsan de manera dinámica. Es esta comprensión, la de la identificación de nuestros valores, la que ayudará a que:
El liderazgo que mejor ayuda a motivar depende de que seamos capaces de comprender los valores de las personas a las que lideramos. Por lo tanto, la clave para comprender qué nos motiva a nosotros y a los demás, es que seamos capaces de identificar cuáles son los valores que nos impulsan de manera dinámica. Es esta comprensión, la de la identificación de nuestros valores, la que ayudará a que:
- Nuestra empresa, o la unidad que dirijamos sea colectivamente una organización más productiva
- A la vez, esa misma comprensión, desarrollará individualmente nuestro potencial en el trabajo.
Por todo esto, para comprender qué es lo que nos motiva, porqué trabajamos y para qué trabajamos, es necesario entender bien qué son los valores, e identificar cuáles son nuestros valores, formularlos bien y lo más explícitamente posible.
Por todo esto, para comprender qué es lo que nos motiva, porqué trabajamos y para qué trabajamos, es necesario entender bien qué son los valores, e identificar cuáles son nuestros valores, formularlos bien y lo más explícitamente posible.
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