lunes, 23 de mayo de 2011

Colaboración versus competencia (2)

La alternativa está en la colaboración
Esto es completamente distinto cuando predomina la colaboración. Es la colaboración ha posibilitado el desarrollo del lenguaje, que ha sido clave en el desarrollo humano. Pero para ello, en la “colaboración”, es imprescindible el verse y mirarse recíprocamente, es necesario estar en disposición de conversar, de hacer cosas con los demás, es necesario encontrarse con el otro, de comprenderlo y de aceptarlo, incuso en su diferencia. Sin embargo, cuando nos basamos en la “competencia”, al predominar de forma oculta la ambición, la vanidad, las ansias de poder o lo que sea, se destruye la posibilidad de construir conjuntamente, de crear un espacio de colaboración y se distorsiona la relación personal o colectiva. Si miramos la historia, las situaciones humanas difíciles nunca se resuelven por la lucha o la competencia, sino mediante la colaboración. Es el surgimiento de esta colaboración colectiva, lo que nos admira o sorprende cuando hay un terremoto, un tsunami o un proceso compartido de cambio social colectivo.
En el plano individual, si uno dice que algo no está bien y el otro piensa lo contrario y no se admite sinceramente la diferencia, no sirve de nada conversar acerca de lo que está bien o no está bien, porque cada unos se enrocará en su posición y no habrá posibilidad de encuentro.
Mapa de la amistad en las redes de colaboración
La cuestión está en qué es lo que elegimos, en si queremos vivir en la colaboración y trabajando en equipo o no. Está en si queremos usar las diferencias no como discrepancia cerrada, sino como oportunidades reflexivas que permitan resolver problemas de forma creativa y no quedar atrapados en el bucle cerrado de la confrontación, los departamentos estancos, la defensa de las propias funciones frente a las demás, la mutua negación y la conspiración que llevan a la falta de comunicación o a la búsqueda larvada del poder.
Sin embargo, desde el momento en el que hay preocupación por cómo hacemos lo que hacemos, empezamos “a vernos”, a abrirnos a la posibilidad de iniciar un modo distinto de hacer las cosas, comenzamos a construir la unión que busca el bienestar colectivo del grupo social, sea una empresa, una organización, una familia, la sociedad o el mundo global.
Razón, emoción y colaboración
En los debates sobre las soluciones a los problemas, con demasiada frecuencia se hacen “razonamientos”, se habla interminablemente en base a las opiniones de unos u otros. Sin embargo en la vida –y los estudios de biología del conocimiento de Humberto Maturana lo demuestran- lo que determina lo que hacemos es la emoción y no la razón. Por mucho que “razonemos”, con datos o sin datos objetivables, olvidamos que todo sistema racional tiene fundamentos no racionales, escogidos desde la emoción, desde la preferencia, el gusto o el deseo de lo que uno quiere hacer. Si tras nuestras elaboradas argumentaciones racionales, realizamos una introspección sincera que nos lleve aguas arriba de lo que creemos pensar racionalmente, veremos que en el origen hay un gusto, una preferencia o un deseo. Y se demuestra que si cambio el gusto, la preferencia o la representación mental que me hago de las cosas, cambio mi argumentación “racional”. La consecuencia de esto en los procesos de cambio y de gestión del cambio empresarial o social, es que no vale solo la “sintonía racional”, si no que lo que es imprescindible es la “sintonía emocional”. Al menos, es fundamental hacernos conscientes, en nuestra conciencia profunda, de cuales son las emociones que nos determinan, que determinan lo que hacemos y lo que decimos.
Cambiar personalmente
Cambiar socialmente
Efectivamente, los seres humanos nos manifestamos en lo que hablamos, decimos y hacemos, pero tenemos que cuestionarnos, ponernos en duda y hacernos conscientes de las emociones que nos condicionan. Nos basamos, más de lo que nos creemos, como el resto de los mamíferos, en las limitadas percepciones de nuestros sentidos y desde esas percepciones miramos, olemos, tocamos, reflexionamos y actuamos. Pero no nos damos cuenta que todo lo hacemos dentro de una cultura competitiva dominada por la vanidad y los deseos ocultos de poder o dinero, más allá de lo vitalmente necesario, por los que queremos controlar todo. Esto estrecha nuestra inteligencia, nuestra conciencia y nuestro conocimiento se limita a “lo conocido”, a lo “planificado” al  “dejá vu”  y olvidamos los aspectos no-planificados de la vida, olvidamos el sentirnos inmersos en la corriente de la vida.
Conclusión: cambio personal y cambio social
¿Podremos confiar en la colaboración, en el trabajo en equipo, la creatividad y la co-inspiración que amplían la inteligencia desde los sentimientos de unión y de amor? Los intentos de “ingeniería social” del siglo XX, no han dado un resultado a la altura de las necesidades humanas globales. Es necesario construir otro camino personal y colectivo. Es necesario un cambio personal, el constante trabajo de introspección, de interiorización sobre cuales son los supuestos sobre los que vivimos y construimos los modelos sociales en los que nos relacionamos. Es evidente, si lo queremos ver, que sin cambio personal, no habrá ni cambio empresarial, ni organizacional, ni social, ni global, verdaderamente humano.

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